Lucas fue uno de los cuatro evangelistas. Escribió el tercero de los evangelios canónicos y se le tiene por discípulo de Pablo. No conoció personalmente a Jesús, pero tras su conversión ya sólo vivió para divulgar su mensaje, el cual escribió según le relataban quienes vivieron y conocieron sus hechos. Si bien todos los evangelios describen similares momentos de la vida de Jesús (los sinópticos de Mateo, Marcos y Lucas de modo especial), el de San Lucas denota en su redacción una sensible fuente de inspiración en relatos descritos directamente de modo que pareciera que lo hiciera la misma María, la Madre de Jesús. Esto lo parece porque es Lucas el que relata episodios de la vida de Jesús que sólo Ella podía conocer, como fue la Anunciación del Ángel o el Nacimiento de Cristo, entre otros asuntos, y que sólo Lucas relata. Pero es significativamente sensible el modo en el que Lucas finaliza la descripción de la infancia de Jesús, con el episodio del Niño perdido y encontrado en el templo en el que Lucas cuenta cómo mientras “Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres”, “María conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón”, observando y reflexionando acerca de cómo se iba desarrollando la vida de Jesús, una apreciación muy íntima y subjetiva acerca de María que sólo de ella podía desprenderse. Pero Lucas además de escribir el evangelio, se le reconoce como médico y pintor, y de él se dice que pudo pintar a la misma Virgen María, siendo sus manos guiadas por un ángel.
En la catedral de Cádiz, en su capilla de las Reliquias, actual capilla del Sagrario, en sus paramentos cuelga un cuadro de San Lucas pintando a la Virgen. Se trata de una obra de un barroco tenebrista, inspirado en el realismo de Caravaggio y que se atribuye al pincel del pintor italiano Mattia Preti (1613-1699). El santo evangelista aparece pintando sobre un lienzo la “vera effigie” de María. Sentado, porta pincel y paleta de colores en sus manos mientras aplica la pincelada sobre el retrato de una Madonna representada como “Eleúsa”, Virgen de la Ternura, reinterpretando el icono bizantino de la Theotokos donde el Niño y la Madre unen sus rostros con ternura, siendo éste un modelo bizantino que pasa a la tradición barroca europea desde modelos medievales. María fija su mirada en el espectador, mientras san Lucas se gira para orientar su rostro hacia un rompimiento de gloria. La cabeza de un toro aparece como recurso iconográfico del evangelista, identificándolo como uno de los cuatro del tetramorfo: el hombre, el león, el toro y el águila como san Mateo, san Marcos, san Lucas y san Juan. El gran protagonista escénico es el torso desnudo del santo evangelista, cuyo modelado lo define el juego de luces y sombras y que nos recuerda al del “Belvedere”, de los Museos del Vaticano. Este cuadro lo restauramos en el año 2004, junto al resto de la colección pictórica de dicha capilla y sus salas anexas.